Cuenta la leyenda que la
sequía azotaba a toda la región y, por tanto, había que sacrificar una
doncella para calmar las iras del "Taita" Imbabura. Una hermosa indígena
llamada Nina Paccha (fuente de Luz) fue la elegida, pero su joven
enamorado, Guatalquí, no estaba dispuesto a perderla, por lo que huyeron
juntos. El pueblo los siguió y cuando iban a ser alcanzados, el cielo
se iluminó y Nina Paccha desapareció.
El volcán padre la había convertido en laguna. Surgió, además, un relámpago que fue directamente donde el joven amante, quién se esfumó y brotó como lechero, para que sea vigilante permanente de su adorada Nina Paccha. Y mientras el pueblo no salía de su asombro, una fuerte lluvia empezó a caer sobre los campos.
Así, la laguna y el lechero, dentro de la
teogonía aborigen, se convirtieron en templos rituales, donde se alzaban
plegarias por la siembra, la cosecha y la vida misma; también por ello,
desde épocas remotas, los indígenas cruzaban a nado el lago como
ofrenda sagrada.
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